Cautivos de un rectángulo encendido
por donde se pavonean los bufones,
la sangre, al fin, nunca traspasa el marco.
Plasma de plasma: la verdad siempre hiede.
Un cronista tuerce por encargo las noticias
y otras veces un sempiterno agente salvavidas
inquieta al espectador en un suspense
de consabida hazaña: mata al malo
en el salón de casa. Y complacido el ojo
se retiran a dormir con la conciencia limpia
de no se sabe bien de qué, pero impoluta.
R. de M. (de: Cuaderno de la infamia. 2005-08)
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